I
Existen algunos retazos
de aquello a lo que llaman alma.
Son trozos sin patria,
sin raza, sin género.
No tienen sexo y, a la
vez,
son todos juntos.
Aman el romance,
pero rechazan el
romanticismo.
Son ruidos que palpitan
en la parte trasera del cráneo.
Bum, bum.
Está ahí cuando nos
reímos por costumbre,
por sociabilizar,
hasta que se normaliza.
Entonces ese pálpito
desaparece,
y el alma muere.
II
Cuando los adolescentes se
convierten en suicidas,
el problema no lo tienen
ellos.
III
Libertad tenía un nombre
diferente
detrás de los muros de
papel.
Escondida entre aquellos
que gritaban su nombre,
esos que elogiaban su
pelo,
hundía los hombros para
esconder su pecho.
Porque sabía que sus
bajos –fondos-
no eran iguales a los del
resto.
Todos la agasajaban
mientras aullaba en silencio
que la hipocresía es un
vestido
hecho a medida de todos.
IV
Ella lloraba en silencio.
Todos se burlaban
diciéndole ello,
porque era una mujer con
pene
-y no quería eliminarlo-.
V
Me dijo tu dios que algo
está mal conmigo.
No es la clase de ser
omnipotente que te convierte en sal.
Hablo del que hace que te
avergüences
de lo que quieres, de lo
que sientes,
de a quién amas, de lo que
eres.
Hablo de un ser vengativo
y dicotómico.
De quién si fue el
creador
odia su obra.
Es un alma triste que
acepta palos y piedras
y llantos y lágrimas.
Que cuando ve que se
escurren las entrañas
mira impasible al ser
agonizante