lunes, 21 de enero de 2013

Deja que me vista.


Recuerdo risas,
y recuerdo dormir abrazados.
Recuerdo como mirabas la tele,
o como nos recostábamos en ese sillón minúsculo.
Recuerdo la primera vez que lo hicimos,
o la primera en mi casa.
La primera en la tuya.
Y despertar desnuda.
Una sorpresa de chocolate,
y miradas fugaces.

Entonces lloré.
Y me disfracé de sombra para seguirte de día,
y de nocturnidad para cuando se encienden las farolas.
Usé las palabras para envolverte,
y me convertía en polvo al saberte de otra boca.
Me trasformé en pájaro
y volé.
Donde se escondían todos esos recuerdos
y todas esas risas.
Volé, 
al hueco de tu pecho donde me escondía.
Al asiento de tu coche donde dormíamos.
Volé a ras del suelo persiguiendo tu perfume.
Volé deseando estrellarme, como un insecto
contra el cristal de cualquier camión.

Ahora me despojo de la pena
yendo de cama en cama.
Escondiéndome en cualquier arrabal de las afueras,
en cualquier pantalón que me abrace.
Con una seguridad que no existe,
amándoles, u odiándoles.
Suspiros que son tuyos,
y mías las mentiras.
Juan Sin Tierra,
Penélope,
Cleopatra,
Elizabeth.
Despójome de la dignidad,
del valor,
del arrepentimiento.
Entre latas de cerveza me despierto,
entre botellas de vodka.
Me visto con lo que me queda,
o con lo que prefiero ponerme.

Sonríe, Marta, sonríe.
Porque al menos recuerdas
cuan felices erais.