lunes, 14 de septiembre de 2015

Maldito poeta, que comparas el infierno

con tu infierno personal

en esas noches en las que escribir se vuelve necesario.

Sin género, ni dios, ni libertad.

I
Existen algunos retazos de aquello a lo que llaman alma.
Son trozos sin patria, sin raza, sin género.
No tienen sexo y, a la vez,
son todos juntos.
Aman el romance,
pero rechazan el romanticismo.
Son ruidos que palpitan en la parte trasera del cráneo.
Bum, bum.
Está ahí cuando nos reímos por costumbre,
por sociabilizar,
hasta que se normaliza.
Entonces ese pálpito desaparece,
y el alma muere.

II
Cuando los adolescentes se convierten en suicidas,
el problema no lo tienen ellos.


III
Libertad tenía un nombre diferente
detrás de los muros de papel.
Escondida entre aquellos que gritaban su nombre,
esos que elogiaban su pelo,
hundía los hombros para esconder su pecho.
Porque sabía que sus bajos –fondos-
no eran iguales a los del resto.
Todos la agasajaban mientras aullaba en silencio
que la hipocresía es un vestido
hecho a medida de todos.

IV
Ella lloraba en silencio.
Todos se burlaban diciéndole ello,
porque era una mujer con pene
-y no quería eliminarlo-.



V
Me dijo tu dios que algo está mal conmigo.
No es la clase de ser omnipotente que te convierte en sal.
Hablo del que hace que te avergüences
de lo que quieres, de lo que sientes,
de a quién amas, de lo que eres.
Hablo de un ser vengativo y dicotómico.
De quién si fue el creador
odia su obra.
Es un alma triste que acepta palos y piedras
y llantos y lágrimas.
Que cuando ve que se escurren las entrañas
mira impasible al ser agonizante