martes, 15 de junio de 2010

Kripton Comics

Y tras volver a mis queridas noches de insomnio he vuelto...¿Qué es de mi? Os preguntareis. Pues nada, exámenes y poco más. Aunque últimamente he entrado en un mundo nuevo lleno de color. Sí, paso mis tardes en Kipton Comics.

Me he pasado al lado oscuro y ahora voy tarde sí, y tarde también a esa tienda llena de curioso artilugios más o menos frikies (hay para todos los gustos) donde he conocido a gente amena y encantadora –parezco un anuncio de compresas-. Ahora hablando algo más en serio, os recomiendo la tienda, no sólo por la gente sino porque podréis encontrar frikadas, o pseudofkicadas, muy curiosas, y si no me equivoco, si no la tienen en la tienda podéis mandarlas a pedir. Como no, al ser gente muy implicada también tienen la Asociación Otaku, que participa en el salón del manga y hace múltiples actividades.

Si sois socios tendréis muchas ventajas, como, por ejemplo, poder jugar a los videojuegos de la tienda (claro que si sois como yo, que os la reflanflinflan los videojuegos lo lleváis claro). De verdad, pasaos por ahí, no desperdiciareis vuestro tiempo.

Os dejo el enlace a la web: https://www.kryptoncomics.es/catalog/

Facebook de la Asociación: http://www.facebook.com/pages/Asociacion-Salon-Otaku/59229220949

domingo, 13 de junio de 2010

Historia de un sueño

Hoy tuve un sueño.

Soñé que volvías de esas tierras catalanas y me abrazabas.

Que tus brazos me envolvían como solían hacerlo,

que no había nadie más.

Esperé, sentada.

Porque mi decadencia iguala tu ego,

esperé.

Porque soy incapaz de hacerte frente,

espero.

Y busco tus palabras a tientas en la penumbra,

esas aterciopeladas,

que me rasguñaban el alma.

Si me vuelvo estúpida y me sonrojo,

no es por vergüenza o porque la niñez siga arraigada en mi,

si no porque son tantos años ya

que olvidé como dirigirme a ti.

Y te busco entre mi pelo,

ya que solías enredarte en él,

entre mis dedos,

donde solía descansar tu mano.

Te busco en mi sonrisa y en mi llanto.

Pero te fuiste como un suspiro primaveral,

y ahora ya es demasiado tarde

para enmendar los errores.

Por eso sé que el tiempo es traicionero,

que cuando jugaba con el fuego,

tú, frío cual Pacífico,

tomabas un rumbo diferente al mío.

Ahora sé que no estamos hechos el uno para el otro,

que tus sonrisas nuca fueron sólo mías,

y que consolabas a cualquiera como a mi.

Sigo buscando tu perfume

en el cuerpo de otros hombres.

Sigo esperando que alguien me escuche como tú,

que me consuele

o que me abrace.

Lo único que siento,

es no habértelo dicho antes.

No haberme dado cuenta antes.

Aún te espero,

y es que hoy soñé que regresabas.

domingo, 6 de junio de 2010

Despedidas

Estaba esperando para casarse. Se encontraba en una pequeña sala de muebles acolchados y largas cortinas. Tenía un ramo de flores con azucenas y las uñas pintadas de rojo, como su pelo. El nerviosismo invadía cada célula de su cuerpo, porque ahora ya no podía huir, cuando llegaran a buscarla se terminaría todo, y habría, por fin un “felices para siempre”.

Se abrió la puerta, pero no entro su dama de honor, sino un amigo. Un hermano, mejor dicho, habían sido amigos durante veinte años. El vivía con su pareja y ella, bueno, ella iba hacia el altar. Él siempre había sido de esos que no se casaban ni tenían hijos, ella era su antagonista. Habían sido amigos, amantes y compañeros de vida, pero siempre respetando los límites de una línea que se difuminaba dependiendo de la ocasión.

Se miraron a los ojos, diciéndose todo eso que no habían dicho, pero que debían haberlo hecho. El sonrió y le dijo que estaba preciosa, ella se lo agradeció, y permanecieron ahí, en tensión, hasta que una voz se escuchó al final del pasillo llamándola. Reaccionaron, la joven empezó a caminar hacia la puerta y cuando se encontraron de frente se besaron, un beso tierno, dulce y apaciguado. Sonrieron y antes de que ella saliera por la puerta ambos dijeron adiós.

Cuarenta años después de ese momento aún no se habían vuelto a ver, porque ambos sabían que su historia había terminado en el instante en que esa florecilla azul cayó del ramo porque dos amantes desafortunados tenían que despedirse.

martes, 1 de junio de 2010

Era mentira

Mi adolescencia terminó

antes de haber comenzado.

Cuando aún era tierna,

y la tierra se afanaba en conquistarme,

crecí.


Me di cuenta de los errores

y las maldiciones que aquí dormían.

Me di cuenta de que todo

había sido mentira.

Donde creí crecer

triunfaban el engaño y la maldad.

Con eso crecí de golpe.


Entre silencios y miradas frías.

Entre el querer de algo que no existía.

Y ahora, a mis dieciocho,

donde creí crecer,

era mentira.

Demasiado complicado

Fingir cada día que soy otra persona

es demasiado complicado.

Fingir las sonrisas en el momento adecuado,

es demasiado complicado.

Y vosotros, astutos diablos,

Sólo presionáis mi alma,

a mi alter ego, para ser otra.

Rendirme a la seducción más sencilla

¿qué quedaría de mi,

entonces?

Si no un gran cúmulo de huesos,

músculos y vísceras,

sin sentido propio y sin dolor ni pena.

También sin alegría.

¿Qué sería de mi

si fingiese cada día?

Pero eso es demasiado complicado.

No volviste

Y me he olvidado de tu cuerpo,

de esa guitarra que tocaba a ratos.

De tus lunares,

que contaba por decenas,

los he olvidados.


Por triste que parezca

ya no puedo evocar tu olor,

me conformo con tu perfume,

que llevan a ratos los transeúntes.


Ya no sé si tus ojos

eran marrones o negros.

Pero no ha pasado tanto tiempo,

o mejor:

¡tanto tiempo ha pasado!


Porque cada segundo ha sido una tortura

y he fingido que me invadía la felicidad

para no darme celos,

celos de mis buenos ratos,

de ser uno contigo.


Y tras el espejo sólo veo

una cara demacrada,

agotada de actuar

cada vez que te marchabas.


Pero no volviste.

El destino y otros melodramas

Espero que el destino apacigüe mi alma,

porque la soledad no le sienta bien a mis dieciocho.

Pensar que fui

y ya no seré más tu destino,

me parte el corazón.


Sigo escribiendo como con catorce,

odiando la pluma como con trece,

y llorando como con doce.

Pero si sólo puedo escribir estando ausente,

que se apodere de mi la vida

y me rompa tantas veces quiera.


Aunque odio parar el tiempo

con tu ausencia,

me vale más el recuerdo melancólico,

que la nostalgia inoportuna.


Ya no escribo versos con fortuna,

me han negado el llanto,

y si me ves mal espero que me perdones,

porque no puedo perdonarme a mi misma.