martes, 12 de marzo de 2013

Sobre copas y cuerdas


Se me pierde la mirada cuando te miro,
y palpito, y dejo de respirar,
el tiempo deja de ser Crono
y mi piel arde y grita tu nombre.
Mi lengua se pierde en mi boca
y se diluyen las palabras.
lágrimas al saberte de otra
luchan contra mi ego para salir.
Perdóname, grita mi corazón,
y palpita insaciante
queriendo entrar en tu pecho.

Sierva y copera,
atada, como vulgar animal, te servía,
me deshacía cuando te acercabas
y obedecía sin mediar palabra.
Besando un suelo de mentiras.
Sabes que fui tuya,
sabes que lo soy.
Permíteme ahora que te reproche,
como hacía Hera cada mañana,
pero por otros amores.

Permíteme que te recuerde
la noche lluviosa en la que me encontraste,
sola y tiritando, a través de la ventana.
Las miradas compasivas
por mis ojos hinchados y mi cara descompuesta de dolor
pasaban sin pararse.
Tu puerta, fría e irónica, miraba con desdén.
Yo la miraba reprobatoriamente,
rogándole con gemidos que me dejara entrar.

Quítamelas,
quítame las guirnaldas que tejiste, Eros.
Me has engañado,
como a tantos amantes antes.
Permíteme, Venus,
que me convierta en estatua ahora,
pues no lloran ni tienen cabida para el dolor
en su corazón de piedra.
Deja que el tiempo y yo seamos uno,
y que mi amor desaparezca,
pronto.
Deja que me vaya,
deja que me hunda.
Haz que pare.

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