El vino me nubla,
siempre blanco, el tinto turbia la lengua.
Recuerdo tu piel morena,
todos tus lunares.
Recuerdo tu olor y lo busco en cada esquina,
como siempre.
Cielo, tu puzzle tienes demasiadas piezas,
como el mío.
Quizá menos.
Quizá más.
Como odiaba el café antes de ti,
y ahora soy adicta.
Como odiaba olerte,
ahora buco esa droga,
insaciable.
Te escucho a escondidas,
y si puedo seguir escribiendo de forma coherente, sigo.
Hasta que me doy cuenta de que a ti te va el whiskey
y a mi el vodka.
Hasta que me doy cuenta que te gustan los tenis
Y a mi me van las mentiras.
O las verdades.
A mi me van.
Y me vienen.
Una pena que nos engañaras.
Cualquiera de los caminos habría sido genial.
Y sigo simulando felicidad.
Sigo estimulando tu
recuerdo,
perdido desde hace siglos,
sólo para poder verte en la penumbra.
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